“Panique au Village” (2009)

Panique au Village (Pánico en la Granja, 2009) supone el salto a la gran pantalla de la serie homónima de origen belga protagonizada por Indio , Cowboy y Caballo, que como sus propios nombres indican, son antiguas figuritas plásticas de vaqueros parlantes que viven en una granja. Una joya de la animación stop motion naif de ambientación rural y temática costumbrista con envase de subversión pop, que aquí expande sus límites en pos de una gran aventura en el sentido más estricto de la palabra. Y es que a pesar de su apariencia de “película de culto inmediato” no adolece de todas las connotaciones negativas que este término pueda esconder si quieres malentenderlo, ni es un desvaríe amateurista, ni mucho menos una locura que hace de la improvisación o la intuición una nueva estructura. De hecho es una historia deliciosamente arquetípica, con una Penélope equina que dirige eternos ensayos de música, mientras su amado Caballo afronta una particular Odisea, tragedia disparada por una bizarra “expropiación”, tema también presente en la Bucólica, con la que comparte geografía y asunto pastoril.

No solo recurre a arquetipos clásicos, también a arquetipos cómicos modernos, como el del triplete de payasos, figura que alcanza su máximo exponente en la cultura popular en The Three Stooges o en los más patrios Payasos de la Tele. Trío compuesto por las figuras de Clown o payaso listo (Caballo); Augusto o catalizador del desastre (Indio) y Contraugusto o tonto de remate (Cowboy), que normalmente es jerarquizado como “el augusto del augusto”.  Personalmente, y atendiendo a la dialéctica, prefiero ver al Augusto y al Contraugusto como dos fuerzas opositoras cuya constante e irremediable relación conflictiva genera un caos que envuelve al elemento intermedio, el Clown. El hecho de que aquí se encarnen en entidades polarizadas, indio y vaquero, y en el principio que los une, el caballo, parece reforzarlo.

Probablemente quien defienda a Cowboy como deuteragonista de Indio lo haga, de hecho, apoyado en la idea de que ambos son idiotas y por lo tanto tienen algo en común que impide la antítesis , pero la injusta realidad insiste en demostrarnos que dos corrientes en constante oposición pueden ser igualmente estúpidas y desde luego, su ineludible interacción, cataclísmica. Y divertida.

Es algo que no solo sucede a nuestro alrededor, también en la película, un incesante in crescendo de problemas que siempre encuentran su germen en la unión inseparable de Indio y Cowboy, dando lugar al arquetipo de arquetipos cómicos, la intención frustrada, el todo me sale mal, el jo que noche, personificado en Caballo y enmarcado en las coordenadas donde se une con el viaje de vuelta a casa. Un clásico inmediato por el simple hecho de ser cine de siempre (hecho como nunca).

Publicado en Cinecritico

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