“Abduction” (2011)

Nathan (Lautner) es el típico joven que realiza prácticas temerarias en el capó de un coche camino a una fiesta, tras agarrarse una buena borrachera despierta tirado en el césped con sus tonificados y trabajados abdominales descubiertos. Una vez que su abochornado padre lo rescata de su desliz alcohólico decide darle una lección de madurez practicando ultimate fighting junto a su preciosa piscina. El prototipo de pringado del instituto. Un día, mientras realiza un trabajo escolar atrapado entre el catálogo completo de productos de marca Apple que inunda su habitación, se descubre a si mismo en una página de niños desaparecidos. Ésto desencadenará una serie de acontecimientos que colocarán a Nathan en el centro de una trama de espionaje, y funcionarán, como catalizador que da acceso a una nueva dimensión sobre su corriente y ordinaria vida (no tan normal en realidad).

Hollywood rescata el patrón de espía adolescente que explotara en los últimos estertores de ese momento convertido casi en género cinematográfico, la década de los 80, con películas como Little Nikita (Espías sin identidad, 1988) o If Looks Could Kill (Agente Juvenil, 1991), acercándose más a la tónica desenfadada de la segunda, pero llegando en este caso posiblemente al ridículo. Porque si algo solicitan, tanto el notable film con River Phoenix, más próximo en esencia y estética a los clásicos de espionaje, con un aire hitchcockiano que bordea directamente el plagio en ocasiones, como la comedia de acción ligera con el infumable Richard Grieco, es desde luego, un ejercicio de suspensión de credulidad. No es que Abduction no lo requiera, puede que incluso más, pero cae en el fallo de querer justificar la futura autosuficiencia como agente independiente del muchacho, que se desenvuelve sin problemas enfrentándose a poderosas organizaciones internacionales, tanto civiles como criminales, a través de una realidad no alterada poco usual. De hecho dudo que exista una realidad no alterada en esta historia.

Algo caracterizaba las historias del antes mencionado maestro del suspense Alfred Hitchcock, un hombre normal se ve envuelto en circunstancias extraordinarias. No es una regla que solo aplicase a sus películas el orondo director británico, el héroe que se ve empujado a serlo es la base de la épica. Los dos ejemplos antes mencionados tratan de dotar de cierta épica a sus protagonistas  a través del leitmotiv hitchcockiano, algo medianamente conseguido en el fime del 88, y que en el filme del 91 es totalmente superficial, pero por lo menos se intenta. Abdcution no solo no lo intenta, sino que trata de justificar la pericia del protagonista con absurdos plantings que buscan dar una base de verdad a algo que se vuelve todavía más increíble por tratar de parecer cierto. Personalmente creo que privar de cierta épica (aunque ésta sea superficial y calculada como rasgo dentro de un producto de consumo) por el simple hecho de que el dependiente de la Mazmorra del Androide no pueda decir “no me lo creo” es un grave error.

Y es que un halo de fallo y desacierto sobrevuela la producción, desde la elección de Lautner como “chico normal” hasta la decisión de ceder la batuta a un director como John Singleton, quien puede resultar efectivo (que no bueno) en el thriller judicial de tintes raciales y que incluso pudo llegar a colársela a alguien cuando trataba de ser una suerte de Spike Lee plasmando la metafísica y el entorno sociopolítico del hombre negro desde una perspectiva complaciente para todo el mundo. Pero que, como ya demostró anteriormente, en el campo de la acción naufraga importando los peores vicios del estilo Hong Kong, rodando incluso las conversaciones como malas peleas de karate y hasta rompiendo en ocasiones con la narrativa visual clásica (todo un vanguardista), uno no sabe si por accidente o buscando ese montaje epiléptico-esquzofénico que, según los productores de Hollywood, es lo único que mantiene pegado a una butaca a los menores de veinte.

Y es que la dimensión verdaderamente terrorífica de este filme no se revela en su argumento o en su tratamiento, aunque lo parezca, sino en su evidencia como síntoma de la imagen desvirtuada de los adolescentes que percibe la industria. Una generación supuestamente autosuficiente, solidaria, seria pero informal, ligeramente hedonista pero responsable,  tecnologizada, llevada aquí al paroxismo esperpéntico. Y es que nadie puede permitir que le amenacen con matar a todos sus amigos de Facebook.

Publicado en Cinecritico

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